
La noche dentro de mi vaso se ha caído.
Levanto el gin-tónic y una a una apuro todas las estrellas.
No sé si he bebido demasiado.
Sólo he conseguido alejarme de mí:
porque soy cautivo de mi cuerpo no podré irme más lejos.
La ley de las horas ha cerrado el último bar.
Me madruga una tristeza antes de que amanezca y
con ella me paseo por las Ramblas.
Al fondo, más allá del cercano puerto repleto de esquifes y de velas,
el Horizonte me espera con los brazos abiertos.
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